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Superar el miedo a las agujas

Ni que decir tiene que a nadie le gustan las inyecciones. Enfrentarse a una visita rutinaria al farmacéutico, ya sea para una vacuna de viaje o para la gripe, es para la mayoría un mal necesario.

Para algunas personas, sin embargo, el rechazo a las inyecciones es mucho más profundo que eso. Se calcula que hasta un 10% de la población tiene auténtica fobia a las agujas, es decir, un miedo persistente y excesivo a las agujas. Esto puede manifestarse como una profunda ansiedad antes y durante la consulta, o incluso evitando las vacunas por completo.

"Los síntomas más comunes de la fobia a las agujas son ansiedad, tensión y pánico ante la idea de ver una inyección o una jeringuilla", explica Nicky Lidbetter, Directora General de Anxiety UK. "Otros síntomas pueden ser: pesadillas recurrentes sobre inyecciones y agujas; evitar el contacto médico por miedo a enfrentarse a una aguja o jeringuilla; y evitar lugares asociados a agujas e inyecciones."

Añade que la ansiedad anticipatoria suele ser la peor parte. En otras palabras, el período previo a la inyección puede provocar más ansiedad que el procedimiento en sí.

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Las posibles causas

Evidentemente, esto supone un gran inconveniente para los enfermos, que pueden sentirse atrapados entre la espada y la pared. Una opción es seguir sin vacunarse, con el mayor riesgo de contraer algo desagradable. La otra es sumergirse de lleno en la experiencia que les produce tanta ansiedad. En casos extremos, la fobia puede ser tan abrumadora que la primera opción parece preferible.

Afrontar la fobia, por tanto, es realmente importante, y el primer paso es no sentirse avergonzado. Como explica Lidbetter, la fobia a las agujas puede tener muchas causas, una de las cuales es una experiencia negativa en la infancia.

"Para muchos niños, una inyección puede ser una experiencia aterradora, ya que no están seguros de lo que les está pasando", afirma. "A menudo se enfrentan a un médico, al que ven como un extraño, que les inflige un dolor permitido por sus padres o tutores. Como es comprensible, esto puede ser muy estresante y confuso y puede provocar una fobia duradera a las agujas".

Otras personas, dice, recuerdan a un adulto importante en sus vidas que también tenía fobia a las agujas. Esto puede implicar que la fobia es un comportamiento aprendido, pero también puede tener un origen genético.

Como prueba de esto último, algunas personas experimentan algo llamado respuesta vasovagal (que suele ser hereditaria). Cuando se enfrentan a una aguja, su presión sanguínea desciende bruscamente, lo que puede provocarles una breve pérdida de conocimiento. Esto se convierte en una especie de huevo o gallina: ¿tienen miedo a las agujas porque las asocian con desmayos o se desmayan porque les dan miedo las agujas?

Independientemente de cómo haya surgido, la fobia a las agujas es tratable y no tiene por qué padecerla para siempre.

"La terapia cognitivo-conductual (TCC) puede ayudar a superar el miedo a las agujas y las inyecciones", explica Lidbetter. "A las personas se les dan técnicas para alterar los pensamientos negativos y, al hacerlo, cambiar sus emociones y su comportamiento: en este caso, pasar a ser capaces de tolerar que les pongan una inyección".

Si realmente tienes problemas (y sobre todo si evitas las vacunas), es aconsejable que acudas a tu médico de cabecera, que puede derivarte a un centro de terapia cognitiva. Anxiety UK también dispone de algunos recursos útiles en línea, así como de un teléfono de ayuda.

Mejorar la experiencia

Así que, si está decidido a enfrentarse a sus miedos y a vacunarse, ¿qué puede hacer para que la experiencia sea lo menos dolorosa posible?

Según Sibby Buckle, farmacéutica asesora y miembro de la junta directiva de la Royal Pharmaceutical Society, es fundamental que informe a su farmacéutico de su ansiedad ante las agujas.

"Confía en tu profesional sanitario y, si hay algo que te preocupa, dilo sin rodeos", dice. "Por ejemplo, si has reaccionado a una aguja en el pasado, o te has desmayado, o quieres saber cuánto te va a doler después, dilo. Expresa tus temores, no intentes disimularlos, y verás cómo el farmacéutico lo tiene en cuenta e intenta tranquilizarte".

Como ella señala, no será nada que no hayan oído antes: todos los farmacéuticos experimentados se habrán enfrentado en el pasado a la fobia a las agujas (así como a los síntomas de la respuesta vasovagal). Si ocurre lo peor y acabas desmayándote, puedes estar seguro de que saben cómo ayudarte.

"Si alguien acaba de desmayarse, se le tumba (en una cama, un sofá o el suelo) y se le apoyan las piernas contra la pared, lo que permite que el flujo sanguíneo vuelva al corazón", explica. "En cuestión de segundos, la gente vuelve en sí, pero yo suelo hacer que permanezcan tumbados o sentados un rato más".

Añade que, como farmacéutica, emplea muchas estrategias para asegurarse de que la experiencia sea lo más cómoda posible. Puede tratarse de distracciones visuales, como carteles, charlar sobre otros temas o recompensar a los niños con un juguete o una pegatina. También pide a los pacientes que relajen los músculos, lo que facilita la inyección por ambos lados.

Lidbetter añade que, si te preocupa el dolor, puede ayudarte comprar un anestésico tópico de antemano.

"Hay una serie de productos que se pueden comprar en la farmacia y que adormecen el lugar de la inyección, eliminando así la sensación de escozor e incomodidad. Muchas personas con fobia a las agujas los utilizan para superar sus temores", explica.

También puedes traer a un amigo o familiar a la consulta, pero elige bien a la persona adecuada. La política personal de Buckle es no permitir grupos grandes o familias, ya que tienden a aumentar los niveles de preocupación de los demás.

"Lo que tengo que evaluar desde el principio de la cita es si esa persona te está tranquilizando o te está dando cuerda. En este caso, tú también tienes que tranquilizar a esa persona, así que hay mucho de psicología en ello", dice.

Es poco probable que vacunarse se convierta en la actividad favorita de nadie. Sin embargo, si eres sincero con tu farmacéutico, la experiencia será mucho menos desalentadora.

"Generalmente, una vez que consigues que la gente hable, se olvidan de que estás a punto de vacunarles y a menudo te dicen: oh, ¿ya lo has hecho?", dice Buckle. "Yo les digo que sí, que ya está, y en ese momento ya les he puesto una tirita en el brazo".

Historia del artículo

La información de esta página ha sido revisada por médicos cualificados.

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