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trastorno alimentario

No es necesario tener un peso inferior al normal para sufrir un trastorno alimentario

Los trastornos alimentarios afectan a alrededor de 1,25 millones de personas en el Reino Unido, de las cuales una cuarta parte son hombres y menos del 10% padecen anorexia. Sin embargo, la imagen más común que persiste en la mente de muchas personas es la de una mujer joven y demacrada. Se trata de un estereotipo que no sólo es engañoso, sino que también perpetúa el dañino estigma del peso y podría impedir que muchas personas que padecen trastornos alimentarios accedan al apoyo que necesitan.

Según la organización benéfica Beat, la anorexia representa sólo el 8% de todos los casos de trastornos alimentarios en el Reino Unido, mientras que el trastorno por atracón es el más común, con un 22% de los casos.

"No se puede saber si una persona padece un trastorno alimentario con sólo mirarla", afirma Beat. "Si bien es cierto que algunos enfermos de anorexia están muy demacrados, otros no lo están, y la mayoría de los enfermos de trastornos alimentarios no padecen anorexia. Los que sufren bulimia pueden estar dentro del rango de peso normal o tener sobrepeso, mientras que los que padecen trastorno por atracón suelen tener sobrepeso."

El problema del estigma del peso, explica Jamie Osborn, portavoz de Beat, es que "ciertas personas no encajan en el estereotipo de lo que la gente cree que es un trastorno alimentario, por lo que puede que no se den cuenta de que ellas mismas padecen un trastorno alimentario, o puede que no se den cuenta de que en realidad es algo para lo que pueden recibir tratamiento".

De igual modo, añade, pueden intentar buscar ayuda y ser rechazados con el argumento de que son "demasiado gordos" o "no lo bastante delgados" para padecer un trastorno alimentario, lo que puede llevar a que las conductas relacionadas con los trastornos alimentarios se arraiguen cada vez más. "Cuanto antes se reciba ayuda, mayores serán las posibilidades de recuperación. Cuanto más se retrase la obtención de ayuda, más arraigados estarán esos comportamientos y más difícil será la recuperación".

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#DumpTheScales

A pesar de que las directrices del NICE establecen que el IMC (índice de masa corporal) no debe ser nunca la única medida de la gravedad de un trastorno alimentario, activistas como Hope Virgo afirman que el número que aparece en la báscula se sigue utilizando con demasiada frecuencia como barrera para acceder al tratamiento.

Hope padeció anorexia entre los 12 y los 17 años, y pasó un año ingresada en un hospital antes de recibir el alta cuando cumplió 18 años. De adulta, Hope cuenta: "Conseguí recuperarme hasta 2016, y luego recaí tras el fallecimiento de mi abuela.

"Realmente luché con la pena, y volví a ese mecanismo de afrontamiento original de simplemente no comer, y hacer demasiado ejercicio. Lo extraño era que sabía lo que estaba pasando, y sabía que en cualquier momento perdería completamente ese control."

A pesar de ello, cuando Hope buscó ayuda para el retorno de sus conductas alimentarias desordenadas, le dijeron que su IMC era saludable y que, por tanto, no podía optar a ninguna ayuda. "Salí de la consulta sintiéndome una falsa anoréxica. La anorexia es una enfermedad muy competitiva, así que cuando te dicen que no estás lo suficientemente delgada, una parte del cerebro automáticamente quiere empezar a competir", explica.

"Tuve que luchar mucho contra todo eso y estuve a punto de acabar con mi vida", añade, y explica que la única ayuda a la que pudo acceder a través de su médico de cabecera fueron los antidepresivos, que, a pesar de no utilizarse normalmente para tratar los trastornos alimentarios, le dieron el impulso que necesitaba para desarrollar estrategias de afrontamiento más sanas.

A raíz de su experiencia, Hope lanzó una petición -que ya cuenta con casi 100.000 firmas- para que el NHSse deshaga de las balanzas. "La lancé porque me di cuenta de que no soy la única persona que pasa por eso. Todos los días se rechaza a mucha gente de los servicios por no tener un peso inferior al normal, y no se presta atención a la intervención precoz", explica.

"Existe la idea de que para tener anorexia hay que ser delgado como un palo, cuando en realidad es una enfermedad mental y no debería juzgarse por el aspecto físico", añade. "Me he encontrado con personas que han sido rechazadas de los servicios por no tener un peso lo suficientemente bajo, y un mes después acaban hospitalizadas. Así que ocupan una cama en el hospital del NHS, lo que va a costar más dinero, y su tiempo de recuperación será más largo, que si hubieras llegado pronto y evitado que el trastorno alimentario se desarrollara hasta ese punto".

Falta de recursos y formación

Según Osborn, parte del problema radica en la falta de recursos y en que los responsables del NHS utilizan el IMC para restringir el acceso a los servicios de apoyo sólo a los casos más graves. "A menudo, el problema es que los comisionados establecen los criterios de acceso al tratamiento, de modo que son ellos los que dicen 'tienes que tener un IMC inferior a 17', o lo que sea. A menudo lo dictan porque creen que no pueden ofrecer tratamiento a todo el mundo porque no tienen recursos", explica.

"Lo que necesitamos es más formación para los médicos y más recursos para los servicios especializados. Actualmente se tiende a centrar la atención en el tratamiento hospitalario, o a tratar a las personas sólo cuando necesitan ayuda urgente", añade Osborn. "Centrarse en tratar a la gente antes, en ambulatorios y en la comunidad, cuando quizá no tengan un peso tan bajo, puede ahorrar dinero. Tenemos que invertir en este tipo de modelos de tratamiento".

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El trastorno alimentario olvidado

En la otra cara de la misma moneda está el estigma al que se enfrentan los enfermos de trastornos alimentarios con sobrepeso u obesidad. Meg, de 35 años, empezó a padecer el trastorno por atracón a los 17, tras toda una vida de presiones para adelgazar por parte de sus padres, que le restringían la comida.

"Fue bastante traumático pasar hambre de niño y no poder hacer nada al respecto. Me convertí en una comedora oportunista, impulsada por la ansiedad, que aprovechaba al máximo las fiestas o las visitas a casa de un amigo, y me atiborraba mientras podía. Perdí el contacto con mis señales de saciedad y hambre, porque no podía actuar en consecuencia, e interioricé mucha presión por estar delgada -cosa que nunca he conseguido-, así que intentaba controlar mis raciones y cosas así, pero siempre acababa dándome un atracón", explica.

Los atracones de Meg se convirtieron en un verdadero problema cuando empezó a asistir a un club de adelgazamiento al final de su adolescencia, por sugerencia de su médico de cabecera. Al igual que antes, Meg se daba cuenta de que seguía el programa hasta cierto punto, pero luego se daba atracones como reacción a su dieta restrictiva. Sin embargo, tardó diez años en recibir tratamiento para su trastorno alimentario, porque se ponía mucho énfasis en animarla a perder peso.

"Estaba muy motivada por el peso. Mucha gente que tiene un trastorno por atracón no lo reconoce, y los médicos no lo detectan", explica. "Cuando tenía 28 años tuve que insistir mucho a mi médico y decirle: 'Mire, he probado esto y lo otro'. Creo que primero tienes que pagar tus deudas con muchas dietas fallidas, y luego puedes decir 'mira, he intentado arreglar mi cuerpo, ahora tengo que intentar arreglar mi mente porque obviamente ése es el problema'".

Sin embargo, incluso en los servicios de trastornos alimentarios le resultaba muy difícil centrarse en la pérdida de peso, sobre todo cuando, a pesar de reducir sus atracones, su peso se estancaba. En cambio, le gustaría que se reconociera más el hecho de que los trastornos alimentarios tienen mucho más que ver con el comportamiento y con lo que pasa por la cabeza que con el peso o el aspecto físico.

"Estoy más bien mentalmente que nunca y ahora tengo una relación mucho más normal con la comida. Pero sigo teniendo un cuerpo más grande, lo cual es difícil. Me siento como si tuviera que justificarme; como si la gente supusiera que todavía debo estar haciendo algo mal", dice.

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